jueves, 30 de enero de 2014

Todo suena


Todo suena. Los segunderos de mis relojes, la ruiditos guturales que hace mi gato Felini -que es mudo-, el pajarito electrónico que tengo sobre mi escritorio, los aviones que pasan por encima de mi casa por las tardes, la lluvia sobre el techo del taller, las aves mañaneras y también las mamás al volante pitando su prisa sin timidez... zumban los moscos.
Suenan mis dedos contra las teclas de la compu, suena mi silla del escritorio que cruje, y suenan las cosas que voy pensando, con cautela primero y cuando se saben más claras a veces a gritos, bastante noise ellas.
La música, eso ya es otra cosa. Ella tiene el poder de aquietar todo lo otro que suena para imponerse, como flotante sobre debajo alrededor desde adentro. Cuando uno encuentra la música precisa para el momento, todo lo demás deja de sonar y se va a los layers de lo silenciado, allá, a lo dormido, o se mezcla orgánicamente en una sola cosa toda.
En mi vida la música ha estado ahí siempre, importante desde niña, con mis tíos músicos, mis primos músicos, mi papá que tocaba la guitarra y cantaba conmigo canciones de las de antes. Con el olor de las cintas corriendo en su grabadora de carrete grande, olía a música, y la casa se llenaba de sensación a fiesta.
Cuando elegí mi primer disco fue On the Radio, de Donna Summer. Era un lp con portada lila y ella estaba sentada sobre un radio antiguo con un vestido de flores blancas y moradas con el contorno de una ciudad detrás que yo siempre pensé que era N.Y. Yo tenía 5 años, y ponía el disco en el mueble de la consola poniéndome de puntitas para alcanzar el brazo de la aguja. Y bailaba disco frente a las bocinas, a todo volumen.
Eso de bailar frente a las bocinas lo volví a hacer con el mismo ahínco cuando viví en Tijuana. Cuando la escena electrónica tijuanense empezó a tomar vuelos altos. La música allá siempre ha sido cosa seria. Bueno, la música siempre ha sido cosa seria en todos lados, y claro, no siempre música para bailar. Se va entrelazando con la música que uno elige para despertar, para prepararse para salir a la calle por la mañana, que no es la misma que uno elige para prepararse para salir a la calle por la noche.
Lo que uno escucha, claro, tiene que ver con el momento que está viviendo. La ciudad que uno oye cada día, el pulso del que duerme junto a uno, el estado de ánimo, el ruido de los amigos. Hay temporadas de audífonos y discos preferidos, hay temporadas de profundísimos silencios.
Pero siempre hay recuerdos atados a alguna banda, a alguna canción que nos llevan de vuelta a aquella calle donde... o a aquel color del cielo... o a una sensación precisa y demoledora.
La música la elige uno por temporada y por asociaciones de ánimo, también por el ánimo del que vive junto con uno.
Y para muestra va un playlist desordenado de lo que aparece como mis Recently played:
Amon Tobin (Foley Room), Alva Noto & Ryuichi Sakamoto (Vrioon), Vladislav Delay (Anima), Arab Strap, Digitalism, LCD Soundsystem, Four Tet (Rounds), She Wants Revenge (This if Forever), Rogelio Sosa (Music for processed toy piano), Hot Chip, y el nuevo playlist Hint de Guillermo Santamarina.
...todo suena, y seguirá sonando, siempre con diferente banda sonora.

Este texto lo escribí a principios de 2013, y aunque el playlist ya es ligeramente diferente, todo sigue sonando y callando más o menos de la misma forma.
Ahora el sonido sale de todas las cosas que pienso, de mis bocetos de proyectos, de las proyecciones futuras. ¡Que vivan las ondas sonoras!